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Mikaela es un tinto conquense que nace a partir de 3 viñedos que están separados a unos 300-400 metros de distancia entre sí, conformando una especie de vino de paraje a partir de cepas que tienen un mínimo de 80 años de vida. En su crianza participaron tanto barricas usadas como depósitos de hormigón, donde permaneció 6 meses hasta que fue embotellado.